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Escribir un libro siendo músico




El dilema del tiempo


La máquina debe estar siempre aceitada, robusta, sana, fuerte y despierta. Cuidar tal cantidad de aspectos físicos, psicológicos y psico-motores, debe llevarse a cabo con tal empeño como tan efectivo quiera o deba uno ser, por ejemplo, en el escenario, especialmente si la sustentabilidad y economía personal de un músico depende, (entre otras tantas cosas que hacemos los músicos, como enseñar, grabar, arreglar, producir), de tocar en vivo.


Es obvio que para los músicos, hacer trabajo técnico sobre el instrumento es el rosario de cada día. “Esa es la parte que la gente no ve”, frase tras la cual muchos se atrincheran al momento de tener que explicarle a la vecina, al abuelo o a la tía, que no se trata de simplemente ir a tocar a bodas y hoteles esa hora o dos, o lo que dure el bolo, y ganar dinero fácil. Otra frase singular, (también certera, franca y veraz), es esa de “No es un trabajo fijo sino que todo depende del momento, de las circunstancias económicas por las que una sociedad esté atravesando, de las ganas que tenga o no la gente de oir tal o cual música y de la demanda que haya en un momento determinado para con mi estilo de tocar. “Si hay, bien, y si no hay… pues nada, no hay”.

Lo que el abuelo, la vecina y la tía no saben es que estudiar es solo una parte del trabajo, es esa la labor que, presentada en perspectiva, (por ejemplo: “hace 20 años que estudio para poder tocar lo que se percibe en solo una hora de concierto”), hace que se comprenda de manera más efectiva la empresa en su totalidad y en su, más o menos, justa medida. Hay que encajarles rápido eso de los “20 años” porque ellos no tendrán tiempo de oir ni de entender que además del trabajo técnico hay que preparar el repertorio, ensayar, conocer de varios estilos de música para poder acceder a la mayor cantidad de toques en vivo como nos sea posible, organizar, grabar, filmar y editar el material de promoción, enseñar, preparar las clases, escuchar música, (¡cómo no!), y un largo etcétera.


Entonces… ¿qué tiempo nos queda para otros emprendimientos artísticos?, pues… no… no nos queda.

Sin embargo quiero hacer cosas, tengo la necesidad de emprender otros proyectos artísticos, y no se trata de ponerse a trabajar seriamente en ello en el ratito que me queda libre entre clase y clase. Es necesario un tiempo de enfoque, de calma, de no presión, de tranquilidad, de introspección y concentración.


El 2020 ha sido un año muy pesado económicamente, especialmente si uno ha estado viviendo en una localidad tan turística como lo es Marbella, en España, en donde gran parte de la actividad del músico depende del amor que los Ingleses, Irlandeses y Holandeses sienten por esta zona. Si sacamos de la escena no solo el dinero, (que no hemos ganado), sino el tiempo no usado en hacer repertorio nuevo, ensayos, traslado a los lugares de trabajo y noches sin descanso, tenemos una nueva ecuación. Es necesario algo tan extraordinario como una pandemia mundial como para que por fin tengamos el tiempo suficiente para emprender un nuevo proyecto, y eso es lo que, en mi caso y el de tantos otros, ha sucedido.

“No hay mal que por bien no venga”, dicen algunos viejos, a mí me parece que exageran. En cualquier caso, puede que no haya mal que por bien no venga.

No hay arte sin aprendizaje


¿qué distancia existe entre, digamos, componer una sonata o un arreglo coral, y escribir un libro decente?. o mejor aún, ¿qué tipo de distancia existe?, La respuesta es simple y compleja a la vez: depende.

Existen grandes similitudes en la arquitectura de esas dos actividades aparentemente disímiles, el discurso temporal es una de ellas, (siempre y cuando se pare uno frente a dos obras de calibre comparable, si las hubiere).

La preparación de un evento es otra; toda idea, buena o mala, presenta grandes potencialidades. No es lo mismo: -sus labios fueron uvas, y nuestras lenguas, delfines en cámara lenta-, que: -le encajé un beso en la jeta-. Tampoco es lo mismo una cadencia “B7b5, E7alt, Am(Maj7), Am7, Am6” que una: “E7, Am”.

Otra de las coincidencias arquitectónicas entre componer y escribir probablemente sea el balance entre lo técnico y lo espiritual. “El arte es subjetivo”, dicen, sin reparar en el hecho de que “el arte” no es tan solo una expresión sino también la manera en que algo es expresado. Cómo escribir El libro de arena si solo se ha leído El alquimista, y cómo componer el primer movimiento de la séptima si uno ha estado escuchando solamente El tractor amarillo. No hay arte sin aprendizaje, no hay arquitectura sin estructuras, no hay música sin armonía y no hay sentimientos sin papel y lápiz y una mano que haya aprendido a escribir antes de apoyarlo sobre el papel.

Comienza hoy con pequeños y malos resultados antes de soñar con la materialización de una obra completa


Escribir bien es tan difícil como pintar bien o componer algo interesante. No es cuestión de ponerle tan solo ganas y entusiasmo. Uno tiene que haber leído mucho, tiene que haber escrito muchos libros malos antes de llegar al bueno, tiene que haber comprendido en la segunda lectura lo que no había podido comprender en la primera, y tiene que haber creido que escribía bien hasta que escritores de verdad le dijeran la verdad.


Si algo te gusta muchísimo, (la literatura, la pintura, el diseño, la arquitectura, o lo que sea), no esperes a la próxima pandemia para comenzar desde cero, que el próximo parate mundial, (o al menos el próximo invierno, momento en el cual la gente decida esperar hasta el subsiguiente verano para venir de vacaciones o a casarse, o las dos cosas), hayas ya hecho un primer caminito, hayas masticado el sabor, hayas hecho muchas cosas malísimas, pre cocidas, pre manifiestas y pre-carias, y así llegar a la situación propiamente dicha, esa en la cual uno tiene tiempo, para comenzar, por ejemplo, un libro, sin que este sea en realidad un comienzo desde cero. No es necesario que mientras esperas a tener tiempo te obligues a concluir una obra en su totalidad, mucho menos obsesionarte o bajonearte con la idea de que esto “no llego a terminarlo nunca”. Tal vez para el momento en que veas que puedes “comenzar” algo con la idea de concluirlo, ya existan muchas ideas, quizá estén estas todavía inconexas, pero seguramente tengan mucha potencialidad, (como todas las ideas, buenas y malas), tal vez hayas ya encontrado nuevos escritores que te inspiran, cuyos estilos te hayan influenciado para bien, e incluso, a lo mejor, el tiempo libre te encuentre ya un poco amasado y pre calentado como para escribir ese tan anhelado libro, aún siendo músico.

 

Lucas González es multiinstrumentista, arreglador profesional y productor musical. En el año de la pandemia ha grabado un disco con composiciones instrumentales de su autoría, ha escrito un libro titulado "Proyecto Lama", y ha diseñado un curso online para músicos.



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